La Habana, 8 dic (Prensa Latina) El 41 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano destaca hoy la trascendencia cultural del movimiento social de 1968 en México, con la exhibición de un documental del realizador Joaquín Guzmán.
La obra de 75 minutos de duración se titula El canto prohibido del México 68 y brinda una perspectiva de los acontecimientos ocurridos el 2 de octubre de ese año, cuando el gobierno mexicano reprimió de manera brutal y excesiva un movimiento estudiantil esperanzado en la posibilidad de un mundo mejor.
Del desencuentro entre el gobierno y la base estudiantil emergieron historias muy tristes; pero, al mismo tiempo, la cultura jugó un papel esencial en la comunicación de ideas revolucionarias.
La música y el canto estuvieron presentes en movilizaciones, asambleas, mítines y marchas, acompañando la lucha y la resistencia, registrando en forma de canción las actividades del movimiento que culminaron con la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco.
Para Guzmán, el canto es una forma de narrar la historia, por eso decidió explorar la música que rodeaba al movimiento estudiantil y describe las expresiones de géneros como la trova, el folk y la música tradicional mexicana, convertidos en aquella época en una herramienta de protesta.
El realizador hizo este documental el pasado año a propósito del 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968.
A criterio de varios historiadores, esto no puede analizarse sino dentro del contexto, marcado por la Guerra Fría, el nacimiento de la música rock, el uso de las drogas, Cuba como emblema revolucionario en América, los costos humanos de la guerra en Vietnam, el choque entre los jóvenes y la vieja generación de gobernantes.
Las revueltas en Alemania, las icónicas marchas estudiantiles en Francia, las protestas en Estados Unidos en el año en el que asesinaron a Martin Luther King y a Robert Kennedy, todo coincidía.
El gobierno mexicano de entonces, liderado por Gustavo Díaz, mintió sobre el movimiento estudiantil gestado en ese país, que en realidad fue democratizador y cívico, por eso los jóvenes tuvieron el apoyo popular.
Los intelectuales jugaron un papel fundamental, porque a ellos se les permitía decir más que a los periodistas y devinieron en especie de voceros odiados por el poder.
Como ya es sabido, la represión desatada fue brutal y aunque 1968 no terminó por cambiar el panorama político y social del país, sus huellas aún se reconocen en el mundo como un momento en el cual la imaginación subió al poder y algunos viejos paradigmas se quebraron, para siempre.